miércoles, 16 de abril de 2014
LAS INSURGENTITAS. PRIMERA PARTE
Hace unos diez años para ser exactos comenzó como un proyecto interesante el poder explorar nuevas formas de hacer historia, para realizar este magno proyecto, la mujer en la Independencia de México me resulto interesante.
A veces quiénes escriben la historia se olvidan de las cosas pequeñas e insignificantes, que aunque carentes de valor –ante sus ojos- nos expresan gran parte de la vida cotidiana y de la situación actual. La presencia de la mujer en la llamada “historia de bronce de México” es mínima en relación con la masculina. Sólo se mencionan algunas mujeres destacadas que lucharon a lado de sus hombres, que pertenecieron a clases acomodadas y eran letradas. Por ello el presente trabajo también trata sobre la participación de las otras mujeres, las que pelearon, las del pueblo durante la gesta independentista, aquéllas que han sido olvidadas y que en su momento fueron criticadas por su entereza.
¿Acaso todo esto es nuevo? En realidad no. Si analizamos la historia de otros países nos daremos cuenta que desde el siglo XVIII y XIX la mujer ha estado presente en los asuntos políticos y en la vida pública. Destacaron por su presencia en algunos conflictos bélicos surgidos en Europa como en América, su presencia marcó decisivamente cambios sociales dentro de su entorno familiar. Ellas contribuyeron a la gloria y perdición de las tropas enemigas, de igual manera lucharon por ganarse un espacio propio dentro de la historia, tanto nacional como universal.
Los ejemplos de astucia, intrepidez, voluntad de servicio y arrojo, por parte de éstas, se pueden ver a la largo de la Revolución Francesa, la Guerra de Independencia de Estados Unidos, la Independencia de Chile, Brasil y Argentina y por supuesto en nuestra Independencia de México. Como primer ejemplo tenemos a las mujeres francesas que se interesaron por la vida política y que a través de Olympe de Gauges lucharon por sus derechos.
Sin embargo, las francesas no fueron las únicas que pelearon por sus derechos. De igual manera las españolas lucharon por pertenecer a la vida pública, lo más difícil de su lucha fue romper con la visión paternalista donde ellas eran amas y señoras de su casa, dedicándose al cuidado de los hijos, su abnegación y su vida virtuosa se vio reflejada hasta finales de los siglos XVIII y XIX.
La vida de la mujer española durante el siglo XVIII y XIX la podemos ejemplificar, por su constante lucha y participación en tres grandes rubros; el primero es el de la religión, el segundo su educación y el tercero su ingreso a las filas laborales. Esta investigación se basó en estos aspectos y es importante mencionar que durante el siglo XVIII, la mujer fue objeto de la mirada paternalista que no le permitió abandonar su casa e integrarse a la vida pública. Sin embargo durante el trascurso del siglo XIX, la mujer española se rebeló y decidió buscar su independencia educacional y económica, auspiciada por los cambios que se dieron en torno a la sociedad española.
El primer punto a analizar es el de la religión; el cual estuvo vinculado con la educación. “En la Península las mujeres fueron protagonistas destacadas en las resistencias y rebeldías personales de aquellos que se vieron forzados a cambiar de religión. Como custodias de las casas, de la vida privada, de las tradiciones familiares y de las creencias era lógico que así lo hicieran.” Con ello se marcó una estricta educación aparejada con la religión. Las mujeres fueron poseedoras de guardar la honra de cada familia a la que pertenecieron; se les educó involucrando la religión con la educación imponiendo normas escritas por miembros de la iglesia española como fray Hernando de Talavera o humanistas como Luis Vives.
El modelo de lo femenino de ser la buena esposa y de la madre abnegada fueron valores muy esenciales para las mujeres casaderas. El sexo femenino sólo debía fijar su atención en el mantenimiento y buen orden de su casa, si alguna de éstas se atrevía a desviar su cuidado, en cosas más allá de sus fuerzas como el de aspirar a su: “independencia económica fue considerada como una subversión del orden fundamental de la familia y en particular, como amenaza al poder jerárquico del marido.” Se les consideró mujeres fuera de la moralidad del siglo XIX, tanto por buscar el bienestar económico de la familia, como por interesarse por el estudio.
A las mujeres se les otorgó el beneficio de aprender las “ciencias básicas”, que eran leer, escribir y bordar, y en el caso que la familia contara con la posibilidad de ampliar los horizontes culturales de sus hijas, las invitaban a estudiar, geografía, historia, música o alguna ciencia que se adaptara a lo que entonces era considerada las necesidades femeninas. Para implementar esta labor educativa se contó con la incorporación de varios colegios, algunos de carácter privado y de origen religioso que se enfocaron en la educación llamada de “Adorno", y algunos de los principales fueron el Colegio de niñas nobles de Ntra. Sra. de Loreto, además de primeras letras, enseñaba baile y declamación y el colegio de la Congregación de Santa Ana, en 1804. , entre otros.
Acompañada a este tipo de educación, también surgió la proliferación de escritos moralistas que encausaron a la mujer a ser una ama y señora de su casa, se decía que había que “«enseñadles le necesario antes que lo superfluo. Que sepan coser antes que tocar el piano». Sin embargo, no falta un piano en ningún hogar del siglo pasado que se precie.” , los rituales religiosos eran bien vistos por la sociedad española decimonónica y estimados en gran valor, las españolas los llevaban a cabo con tal rectitud que: “Este aspecto nos ayuda a comprender mejor la situación de estas mujeres que aparecían sometidas en el orden material y físico mientras los hombres quedaban subordinados en el orden moral y que el equilibrio y la felicidad familiar eran el resultado del comportamiento femenino.”
Sin embargo, se les permitió administrar sus bienes, la legislación española les otorgó ser consideradas personas, con derechos y obligaciones, declarándolas juiciosas y a su vez otorgándoles la mayoría de edad, lo que les abrió aún más la posibilidad de administrar sus bienes, siempre y cuando los hombres de la familia, llámese, padre, hermano o esposo, se los permitieran, demostrando que a pesar de que se les abrió las puertas para que pudieran ejercer un gobierno en sus tierras, éstas debían de obtener el consentimiento de la figura masculina, ya que éste era quien tenía la última palabra.
[...] la mujer soltera alcanzaba la mayoría de edad a los veinticinco años (al igual que el hombre) y a partir de entonces gozaba de plenos derechos para administrar su hacienda y bienes. Esa misma libertad administrativa sin el componente social negativo de la soltería, tenían la viuda y la separada. En cuanto a la mujer abandonada o «mal casada», podía recibir judicialmente un poder que la habilitaba para estas mismas actividades. Más aún, consta que muchas mujeres felizmente casadas gestionaban la obtención de este poder, con consentimiento de sus maridos.
La Nueva España no escapó a estos cambios y condiciones que privaban en Europa. Si bien no podemos asegurar que las mujeres novohispanas estuvieran influenciadas por las idas de Olympe, no podemos dejar de lado las influencias que ejerció el pensamiento de la época y de principios políticos que irían impregnando a las pocas lectoras como el caso de Leona Vicario, que sin embargo, trasminaron hacía las clases bajas.
Podemos decir que en la Nueva España, las mujeres fueron más sumisas, en cuanto a la administración de los bienes tuvieron ciertas prerrogativas ya que los familiares masculinos o en su defecto por órdenes testamentarias les otorgaban el permiso de tomar posesión de sus bienes, administrándolos o donándolos a alguna causa justa, llamada así a apoyar económicamente a alguna contienda o en su defecto a una institución benéfica.
Con estos ejemplos podemos decir, que las vivencias dadas, en cuanto a la educación, la religión y el confinamiento de la mujer europea a su hogar, fueron similares a las que se aplicaron en la Nueva España. Es decir, esa visión paternalista donde la mujer tuvo que ser abnegada, para salvaguardar la honra y el bienestar familiar, fueron fielmente implementados en la Nueva España, pero también las ideas de participación política, la libertad de expresar ideas fueron nuevas formas favorecidas por el estado de revuelta y de agitación política. A raíz del movimiento de Independencia, donde las mujeres se integraron a la lucha y ejercieron labores distintas a las de su hogar se materializaron algunos cambios en la mentalidad. Por ello, en el presente trabajo se tratará el espacio social en el que la mujer de la Nueva España se desenvolvió, no sólo su condición de madre o su papel de mujer abnegada. La revolución cambió el orden social, el sexo femenino amplió sus roles por lo que puntualmente podemos plantear:
1.- Algunas mujeres dejaron de lado su entorno privado, es decir su hogar para involucrarse en el movimiento social del 1810, donde destacaron por su incansable colaboración. Andrés Quintana Roo, destacó la colaboración de las mujeres y expresó lo siguiente: “las mujeres carecían de cualidades superiores y, por eso, era difícil encontrar en ellas actos de heroicidad. La mejor arma de que podían echar mano era su belleza; por estar colmadas de encantos [...] las consideraba absolutamente capaces de lograr mayores triunfos que aquéllos que peleaban con un fusil en el campo de batalla.” Aunque la visión del licenciado es claramente patriarcalista, no deja de lado ciertas capacidades que podrían tener el “bello secso” en el ámbito público, prueba de ello fue la participación de la ya citada Leona Vicario.
2.- Como ya se observó la participación de la mujer, se caracterizó por sus actitudes, y fue capaz de mantener en comunicación a las partes en conflicto. Por eso se dijo que:
La lucha por la Independencia, como todo movimiento armado popular, involucró a la población entera. Las mujeres participaron activamente, no sólo acompañando y cuidando a los hombres, alimentándolos y curándolos, sino como espías u correos. Hubo quienes tomaron las armas, y también fueron botín de guerra, violadas, encarceladas o ejecutadas, para someter a los insurgentes.
Para sorpresa, a través de esta investigación se pudo constatar que la mujer se desempeñó en varios puestos estratégicos dentro de la guerra de Independencia, de esta manera ya no sólo conocemos a las mujeres de “bronce” como: Josefa Ortiz de Domínguez, Leona Vicario y Gertrudis Bocanegra, a las que no podemos dejar a un lado, por ser parte importante de la historia y de nuestra investigación, sino a mujeres concretas, de carne y hueso. Podemos argumentar que la mujer no sólo participó con su “belleza” o sus “encantos”, como seductoras de tropas, sino que fueron capaces de integrarse activamente al ejército llegando a obtener grados militares.
Tenemos muchos ejemplos de mujeres tan destacadas como desconocidas, entre las que podemos mencionar la apodada La Barragana, quien para algunos historiadores no existió. Las hermanas Ortega, quienes tuvieron el valor de acompañar a la tropa y no sólo eso sino también de ayudarlos con la elaboración de cartuchos. Mujeres humildes, como fue el caso de Manuela Medina o Molina quien fue nombrada capitana de una tropa insurgente y despertó la admiración del mismo Morelos. O aquéllas mujeres como las del poblado de Miahuatlan, en el Estado de Oaxaca, que destruyeron un cuartel militar, apoderándose de él y reteniendo las armas, así como tomando información con respecto a los movimientos militares en contra de los insurgentes. Otro caso interesante es el de Antonia Nava quien ofreció su vida a cambio de que las tropas insurgentes no pasaran hambre.
Algunas mujeres fungieron como “mensajeras”, noble labor que permitió mantener enterados a los contendientes, ya que llevaron y trajeron información de un campo militar insurgente a otro, que además utilizaron sus “encantos” y pudieron seducir a las tropas contrarias logrando que algunos bajaran sus armas y se pasaran al bando insurgente.
Otras mujeres de clase alta tuvieron la entereza de encabezar conspiraciones como María Rodríguez del Toro Lazarín, poco conocida, quien con base en comunicaciones hubiera podido realizar sus planes en contra del virrey . Hubo mujeres que opinaron sobre temas de política; como aquéllas que se integraron a la llamada Sociedad de los Guadalupes y aquéllas que coordinaron algunos de los movimientos insurgentes.
La investigación se abordo desde el enfoque de género para destacar cambios de roles sociales femeninos en una época revolucionaria. Con ello se mostrara y analizar la participación activa de algunas mujeres dentro del bando insurgente, por motu proprio y no como se ha sugerido y se sugiere, que estaban a la sombra del marido o le siguieron los pasos. Veremos como algunas mujeres tomaron sus propios intereses políticos y se identificaron con la revolución, así como asumieron el rol de librepensadoras que las llevaron a involucrarse en la Independencia de su patria.
En la actualidad no existe un estudio profundo que nos permita observar las actividades que las mujeres realizaron en este movimiento. Sólo contamos con algunos reportajes como el realizado en la revista Proceso en el fascículo no. 9 que nos habla del Bi-Centenario; el libro de Mujeres Insurgentes, donde abordan diferentes estudios sobre la mujer insurgente, en distintos puntos del país. Por ello es importante mencionar que dentro de nuestra investigación, nos valimos de algunas fuentes literarias, periodísticas o de algunos estudios biográficos; por citar algunos tenemos los escritos realizados por Carlos Echanove Trujillo, en Leona Vicario. La mujer fuerte de la independencia, que nos habla un poco de la vida de esta mujer y un poco sobre su entorno social; el de José Joaquín Fernández de Lizardi, La Quijotita y su Prima, que aunque es un poco el retrato literario de la vida de la mujer en la colonia, nos permite ver el conflicto que vivió al querer ser autosuficiente, en una época donde fueron sumisas, Miquel i Verges en su Diccionario de los Insurgentes, nos aportó información básica, para poder desarrollar el tema. Básicamente esta sería en general la bibliografía que nos aportó una mínima información. Por lo que respecta a los documentos de primera mano que se encuentran en el Archivo General de la Nación, son escasos y en su defecto no se encuentran disponibles.
Otro punto importante a destacar es el nombre de Insurgentitas. Este mote lo retomamos porque el autor Carlos María de Bustamante, en su libro Cuadro Histórico de la Revolución de la Independencia llamó así a una mujer de nombre Gertrudis Bustos, quien le ayudó a colaborar con los insurgentes. También analizaremos cómo el conflicto social que se vivió a la largo de la Guerra de Independencia de México, orilló a las mujeres a ser partícipes de la contienda dejando a un lado su vida privada que se desenvolvía en su entorno familiar, para involucrarse en la vida pública apoyando los ideales de la revolución.
De igual manera se busca resaltar la participación femenina en las tropas insurgentes, haciendo hincapié, en que éstas se involucraron por convicción, haciéndolas capaces de tomar sus propias decisiones y dejando de lado la visión “paternalista.”Las denominadas amas de casa, cambiaron una escoba por un fusil, una cuchara por un garrote o una piedra. Demostrando ser capaces de actos iguales a los de los hombres –hecho impensable en la época- ya que:
[...] el hecho de escribir sobre la mujer a lo largo de la historia implica, a la fuerzasi se quiera abarcar la experiencia personal y subjetiva se éstas, además de sus actividades públicas y políticas una redefinición y un ensanchamiento de las ideas tradicionales sobre la significación histórica. No resulta excesivo sugerir que una metodología de este tipo, aunque parezca indecisa en sus comienzos, pueda implicar no sólo una nueva historia de las mujeres sino también una nueva historia.
Tanto las mujeres de élite como las mujeres del pueblo, es decir las mujer de clase humilde; lograron cada una de ellas un lugar especial dentro de la contienda; ya fuese como proporcionadora de alimentos, hospedaje, ayuda económica o militar, intercambiando información y ocupando puestos en el rango militar. De esta manera podemos observar cómo la mujer del siglo XIX cambió la visión que de ella se tenía, de representar la abnegación para ser una mujer guerrera y admirada por los principales caudillos de la Independencia y mostrándose con desagrado ante los ojos de los realistas, quienes las condenaron a castigos severos ya fuera fusilándolas, mandándolas a la horca y exponiendo sus cabezas, tratando de intimidar a las demás. (continuara....)
Laura S.G.
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